Iba a callarme hasta el sábado a las 23 horas, pero los nervios no me dejan ni dormir, cuanto menos guardar en silencio toda la mierda que tengo acumulada dentro.
Está claro que el sábado tenemos un partido importantísimo, con grandes diferencias al de hace dos años, pero como sucedió en aquella ocasión, la tensión estará a flor de piel.
Nos jugamos la salvación, la ilusión de seguir en primera, la dignidad de habernos aferrado a la categoría cuando muchos nos daban por desahuciados y el ninguneo definitivo a un niñato que dijo que quería ser él quién nos mandase a Segunda. Qué mejor respuesta que responder con hechos a los bocazas.
Pocos dudan que será un partido en que nuestros jugadores saldrán agarrotados y temblorosos. Dependemos de nosotros mismos y eso añade si cabe todavía mayor presión. Está la salvación en nuestra mano y por mucho que Valerón esté curtido en mil batallas de Champions, Fernando Vázquez en duras luchas por descensos y ascenso, amén de cualquier jugador sueña con convertirse en héroe, no va ser empresa fácil esto de salvarse. Tensión va a haber y mucha.
Los fantasmas del pasado, sobrevolarán Riazor si el juego y el resultado no nos acompañan. Es normal que exista miedo real a bajar. Pero debemos tener claro que las grandes gestas no sólo dependen de los once jugadores que estén en el campo. Todos los aficionados tenemos que hacer lo que esté en nuestras manos para ayudar. Todos, es todos, desde el socio número uno, hasta cualquiera que tenga cierta simpatía deportivista.
Tendremos que tirar de casta, coraje o paciencia y seguramente hasta de rock bravú desde las gradas o delante del televisor, tenemos que alentar y mandar energía positiva a cada jugador en cada acción. No es momento de criticar, estamos todos remando en la misma dirección, y el puerto está muy cerca esperándonos.
En una tarde como la del Sábado, la afición no puede conformarse con ser el número 12, tenemos que ser también el 13, 14 o incluso el 66.
Entre todos tenemos que ayudar a canalizar la presión, en el estadio quitarles tensión a los nuestros jugadores y pasársela a los de la Real, y sobre todo al árbitro. No puede ser que jornada tras jornada se rían en nuestra cara, como sucedió el día del atlético de Madrid. Ante las injusticas y parcialidades. Normalmente es muy fácil pitar en Riazor, pero esta tarde tiene que ser unánime y ensordecedor.
Como todos sabemos, estamos en una dura guerra. Pero las guerras tienen varias batallas y no sólo se juegan en el campo y de eso no debemos olvidarnos, tenemos que utilizar todas las estrategias y armamento disponibles.
El entrenador del Celta se ha apresurado en intentar ganarnos en la batalla moral. Picarnos y avivar la lumbre. Dependen de nosotros y juegan sus bazas. No debemos caer en su juego dialéctico, pero si sería oportuno derrotarlo con clase.
Sería emocionante que nuestro capitán, Don Juan Carlos, cite a la prensa. Con el único objeto de decir, simplemente algo parecido a:
“Que la afición esté tranquila, que venga al estadio con sus mejores galas, que vamos a salvarnos. Será una de esas noches de gloria que el deportivismo se merece.”
Con eso me conformo. Y en realidad nos lo merecemos. Todos estamos muy nerviosos. Y hemos de ser conscientes de la importancia de la actitud, medio partido se gana fuera del campo, si se lo creen los futbolistas y los aficionados. Y por el lado motivacional, estamos haciendo aguas. Me llegan mensajes de deportivistas que no confían, eso no se puede consentir ni permitir.
Nuestro equipo tiene que trasmitirnos la ilusión de la permanencia. Y nosotros a ellos. Tenemos que crear una retroalimentación, una simbiosis de moralidad perfecta.
Como he dicho la dialéctica es importante en este tipo de guerras. Pero en estos partidos tan dramáticos, también son vitales la guerra de guerrillas, el cuerpo a cuerpo psíquico y psicológico. Y aquí está muy claro que deberíamos diseñar una estrategia. La Real tiene que sentirse incómoda, que no amenazada, desde que ponga su primer pie en la provincia de A Coruña.
Ninguno queremos que el Dépor baje, y el rival tiene que notar hostilidad y tensión en el ambiente. Los jugadores realistas no pueden descansar tranquilos en su hotel, tampoco tener un viaje cómodo al estadio, ni salir relajados al campo, como si aquí no pasase nada. Tienen que sentir que un yugo en su nuca desde que salgan a calentar. Tendrían que desear no haberse jugado su champions contra la salvación deportivista, NUNCA.
Su único pensamiento debe ser que se acabe su infierno, que esta guerra de guerrillas mine su moral, y que el mismísimo Xabi Prieto desee por encima de todo que el Dépor se salve. Que todo bicho viviente que pise Riazor, salga del estadio pensando que ha vivido algo único, digno de ser historia viva del fútbol. Que unos de una forma y otros de otra, cuenten a sus nietos como con una afición así, era imposible que no se alcanzase el objetivo de permanecer Primera un año más.
SEMPRE CÓ DEPOR
Diego Santos